"Madurez del hombre adulto: significa haber reencontrado la seriedad que de niño tenía al jugar". (Friedrich Nietzsche)

martes, 28 de junio de 2016

Escrito en Facebook: La política y la Diferencia

Y hoy termino con mi saga de comentarios políticos de esta semana: pero quiero terminar bien, por lo grande.

En primer lugar, sigo entendiendo que la política ha degenerado (no es algo reciente, por supuesto) a un mecanismo puro de obtención y retención del poder que hace imponerse al tacticismo electoral por encima del interés del electorado.

Así se explica la especulación de Podemos, así se entiende la inactividad del PP, así se explica la ambigüedad y el funambulismo retórico de Ciudadanos y así se entiende que el PSOE fuera a cuchillo a por Podemos en estas elecciones (se entiende que compiten por un nicho electoral similar pero, no obstante, los argumentos para contrarrestar a la formación morada no tendrían que haber sido los mismos que los de PP y Ciudadanos: acusar de populismo sin explicar el porqué realmente eso es populismo o, más bien, qué significa y qué no populismo solo se puede explicar a la luz del enemigo que quiere debilitar sin importarle el cómo).

A la postre no se ha hablado mucho de los problemas de los ciudadanos de España... aunque tampoco hacía falta, porque la mayoría los tenemos muy presentes. Pero, cuanto menos, hubiera sido interesante hablar de posibles SOLUCIONES a esos problemas. Y no hubiera estado de más, puestos a pedir, el compromiso de contra-argumentar estas posibles soluciones en base a argumentos racionales, razonados y estudiados (y no en base a apelar al puro miedo y desconocimiento).

Para concluir me despido con un comentario acerca de una entrevista que estaban emitiendo hace un rato en Antena 3 a Maroto del PP (aun no estará el vídeo), en la que decía que PP, PSOE y Ciudadanos debían llegar a una serie de pactos que combatieran los principales problemas de España (paro, desigualdad, corrupción,, y alguno más que no recuerdo) para vaciar de contenido el discurso de Podemos. Pero... Señor Maroto: eso es un error. Los posicionamientos políticos diferentes no solo viven de factores sociales coyunturales adversos, sino de la convicción personal de que hay diferentes maneras de hacer las cosas. Y eso sucede, señor Maroto, porque muy a su pesar, no existe la Verdad, sino verdades. Verdades pequeñitas a las que se llega por consenso. Ni usted, ni su partido, ni nadie va alcanzar la Realidad Absoluta y nos va a iluminar con ella para acabar con la ignorancia. Eso no es, ni puede ser nada. Por eso: cabe leer. Leer mucho más y reflexionar. A los grandes pensadores, por supuesto (sí, señor Rivera: a Kant también).

Porque sino, se acaban diciendo disparates como el de Maroto sin ser conscientes de haberlos dicho. Porque en el fondo, aunque él no lo sepa, tras ese argumentario está la eliminación del Otro y de la Diferencia. Hay un discurso sobre el Bien y sobre el mal (que no es sino ausencia de Bien) y, por tanto, se haya el germen de la discordia máxima: la que no resuelve problemas sino que LOS ELIMINA.

martes, 21 de junio de 2016

Tan solo puede gobernar el PP

He aquí mi análisis pre-electoral del 26-J:

CC: Imagen de dominio público (fuente: www.clker.com)



domingo, 28 de junio de 2015

Falacia


En plena resaca post-electoral, como se acostumbra a decir, tras las pasadas elecciones municipales y, en algunos lugares, autonómicas, quizá sea buen momento de hacer algo que, al parecer, en España se hace poco: análisis (muy sucinto) del discurso. Más que nada porque tenemos, a la vuelta de la esquina, unas Elecciones Generales y, para entonces, sería oportuno poder advertir algunas falacias.
Me interesa especialmente analizar el discurso de los denominados "tertulianos políticos", dado que, a decir verdad, es más provechoso que analizar el zafio discurso de la mayor parte de políticos: al menos se suelen "arremangar".

En concreto, quisiera centrar este texto en una falacia que opera desde hace ya largo tiempo por parte de algunos "totems" del periodismo español como Francisco Marhuenda. Me interesa porque, no sé si es debido a su gran capacidad (que la tiene), a la falta de ella o a la parsimonia de quienes comparten tertulia con él (no puedo atreverme a advertir una razón concreta y, tal vez, no sea ni una cosa ni la otra), pero nunca he visto que nadie le advierta tal juego del lenguaje: y si ha sido así, es una advertencia, sin duda, poco frecuente y nada fructífera.
Siempre me ha llamado la atención de Marhuenda su capacidad para manejarse en una especie de variante modificada de la "reductio ad absurdum" (reducción al absurdo). Se manifiesta de múltiples formas pero tiene, des de mi punto de vista, una central que se define más o menos así: "no creo que ningún político persiga, deliberadamente, el mal de los españoles".

El argumento sería:


 "No creo que ningún político persiga, deliberadamente, el mal de los españoles"

1) Querer el mal de los españoles no le podría dar ningún rédito político a nadie.

2) Todo político quiere ese rédito: aspira al mejor resultado electoral posible.

Ergo

Ningún político puede buscar, deliberadamente, el mal de los españoles.



Este argumento, de esta forma expresado, es totalmente válido. El problema está en que está vacío por un costado y rellenado por otro. Es decir, en ningún momento se expresa qué es exactamente "los españoles" o "el mal de los españoles" y, por otra, se le otorga una apariencia de homogeneidad universal: parecen ser todos una misma cosa. Ese es un problema habitual a la hora de moverse con conceptos de arraigo nacional, cultural... que se suele presuponer más de lo que se explica.






                                                             CC; Imagen de dominio público (fuente: www.clker.com)


Al señor Marhuenda se le puede decir que, efectivamente, ningún político en su sano juicio (que no tiene porque estarlo: pero es difícil que toda la estructura de un partido no lo esté, en bloque) quiera "el mal de los españoles". Pero es que la política no va de eso: no existe un "mal de los españoles". Porque "los españoles", no son una masa homogénea. Como sujeto único, ni existen: lo único que atañe a "los españoles" es ser los nacidos o nacionalizados en un territorio jurídico denominado Reino de España. A partir de ahí, comienza la diferencia: como no podría ser de otra forma.

A decir verdad, todo partido político aspira a hacer "el bien", debido que, por supuesto, quiere un rédito electoral (el más alto posible). La cuestión es vislumbrar que ese "bien", no es único. Que hay intereses no solo diferentes, sino en muchas ocasiones contrapuestos y contradictorios. 

El PP, por ejemplo, que suele ser el partido del cuál Marhuenda dice con más frecuencia aquello de que "no creo que ningún político persiga, deliberadamente, el mal de los españoles", parece a veces estar en contra de "todo el mundo", pero esto último tampoco es cierto: el quid de la cuestión reside en que esa masa que tiene peso para otorgarse la identidad de "todo el mundo" es mayoritaria pero no única. Quizá podríamos, para simplificarlo mucho, resumirlo en "clase obrera" (es mucho simplificar pero, sin esta simplificación, el texto iría para libro ya). Pero el PP, por definición ideológica, no tiene entre sus prioridades apostar en favor de la "clase obrera". Eso no significa que quiera hacerles daño deliberadamente o que no les beneficie si tiene oportunidad pero, y esto debe quedar claro, no es su prioridad. No lo es, respecto al beneficio primordial que quiere otorgar a su perfil ideológico: empresariado (sobre todo: gran empresariado), gente más o menos adinerada, cierta clase de emprendedores... Esto no tiene nada "de malo", ni tiene Rajoy, por ello, tener que poseer rabo y cola: simplemente es una postura ideológica x que está al servicio de unos intereses por encima de otros (como puede ser al contrario en otras formaciones políticas).

Quizá el problema no es de Marhuenda, sino de la artificial creación del concepto político "centro", hace ya largo tiempo. El "centro" puede tener sentido como una moderación de las posturas políticas de determinados partidos, como un intento de acercar intereses... Pero pierde el sentido y se vuelve aberrante, cuando se confunde esto con la idea de que, a decir verdad, no hay intereses contrapuestos y enfrentados, que toda la ciudadanía es una masa homogénea, que hay determinadas discordancias que solo son radicalismos... Este discurso no posee sentido alguno. Lo cierto es que, por mucho que se trate de innovar, en la política siempre hay y habrá intereses contrapuestos: nunca llueve a gusto de todos. La buena política, des de un punto de vista de la efectividad, tiende a agradar a todos... pero es solo una tendencia. Se pueden hacer las cosas mejor o peor, pero siempre alguien se privilegia por encima de otro. Si no es una clase social, es una visión ideológica, un colectivo determinado, unas personas x...

Por tanto, tiene usted toda la razón señor Marhuenda: ningún político trata deliberadamente de causar "el mal de los españoles", ni los PP tampoco. Pero, se debe recalcar, no existe un camino único para "el bien de los españoles" y, por tanto, en el juego político es primordial conocer las afinidades de cada cuál. Cansa ya que nadie quiera decir que es de izquierdas, de derechas... Estas etiquetas, como la de ecologista, por ejemplo, son reduccionistas, sí: pero marcan directrices. Y con eso vale para comenzar: a todos no se les puede contentar a la vez, y eso debe quedar claro. No se trata de ineptitud (que puede haberla), sino de prioridades: negar la existencia de estas es, sin duda, una falacia.

Alex Mesa

18-06-2015

Nota: Está permitido  reproducir parcial o totalmente este artículo siempre y cuando se cite la fuente (la dirección web) y el autor original. Queda prohibida  la venta o utilización de este artículo con fines económicos sin previa consulta al autor.

domingo, 24 de mayo de 2015

Conferencia "Perquè Charlie? Una discussió entre raó, fe i humor"



El pasado sábado 9 de mayo, pude realizar mi conferencia "Perquè Charlie? Una discussió entre raó, fe i humor" en el contexto del ciclo de conferencias "Noves Investigacions". Espero haber explicado de manera medianamente clara mis ideas, teniendo en cuenta que no fue nada fácil después del accidente físico que tuve el pasado jueves 7 de mayo. En el siguiente enlace se puede descargar y/o escuchar online:




viernes, 6 de junio de 2014

Conferencia- Noves Investigacions

Ya está subida  mi conferencia "És pot dir que l'humor és universal?", realizada en el marco del ciclo de conferencias "Noves Investigacions", que un servidor organizó el pasado mes de mayo en Montcada i Reixac, en colaboración con el correspondiente consistorio.
Se puede escuchar/descargar en la web oficial del proyecto: http://novesinvestigacions.blogspot.com ("2ª xerrada"/13 de mayo).

martes, 4 de febrero de 2014

De lobos y corderos

Me gustaría escribir en esta entrada sobre una película, aunque no será esto una crítica de cine. Más bien, quisiera mencionarla por otros motivos que difieren de su calidad cinematográfica.

Me estoy refiriendo al nuevo film de Martin Scorsese: El lobo de Wall Street. Ésta es una película que apunta fuerte en los Óscar de este año 2014 y, debo decir, creo que no es sin motivos.


Scorsese nos vuelve a presentar otra película de gran nivel, muy frenética, visualmente muy bien trabajada, con una actuación de L. Di Caprio muy convincente y, diría yo, bastante brillante. Ciertamente, en líneas generales, es una muy buena película que consigue no hacerse demasiado larga pese a durar 3 horas.
No obstante, ya dije que esto no es una crítica de cine. O, al menos, en un sentido tradicional.

Quisiera en este espacio clarificar otros aspectos que  se refieren a la temática del film.


Ya sabemos que Scorsese no ha tenido nunca problema en estetizar los recovecos oscuros de la sociedad. Así lo atestiguan películas como El cabo del miedo o, aún más, cuando se trata de hablar del crimen organizado y la corrupción, largometrajes como Infiltrados.


Particularmente, un servidor no tiene nada en contra de estos casos. No considero que el cine tenga una función ética o moralista preeminente. Ni creo que deba tenerla: salvo en contadas ocasiones. Además, el festival estético de Scorsese nunca ha sido banal, sino funcional: ha surtido un gran efecto, generando, casi siempre, buenas películas.

No obstante, en lo que se refiere a El lobo de Wall Street, el discurso debe ser algo diferente. Cierto es que el film no hace sino basarse en el libro autobiográfico de Jordan Belfort que lleva el mismo nombre. Pero aún así, se debía una mínima prudencia.

lunes, 20 de enero de 2014

La enfermedad es el dogmatismo


Hoy mismo, se han dado a conocer las declaraciones de un cardenal español que, preguntado por la cuestión, ha definido a la homosexualidad como una enfermedad. El motivo alegado: imposibilita la reproducción.

No quisiera entrar “al trapo” reduciendo este post a algo obvio pero que, no obstante, se hace irresistible mencionar: por esta regla de tres, este señor, como sus compañeros, es un enfermo por el simple hecho de que, supuestamente, sigue el celibato.


Pero tranquilos: no, el celibato no es una enfermedad. Pero la homosexualidad, tampoco. Y no me voy a estirar más al respecto. Intentar demostrar una cosa o la contraria en dicho tema, ya revela algo: es un tema que preocupa. Y no debería preocupar. Sólo un apunte: ¿Qué clase de virus, bacteria, desorden emocional, etc. causa la homosexualidad ? Y, sobretodo, ¿Qué clase de consecuencias perniciosas tiene para la salud o integridad de las personas homosexuales (o para las de las personas que se relacionan con ellas) , su misma condición sexual?

CC; Imagen de dominio público (fuente: www.clker.com)



Como estaba queriendo decir: el problema de esto, es que esto sea un problema. Pero, se ve, que para algunos, lo es. Como otras tantas cosas, que no debieran serlo.


Si el deber tuviera lugar: debiéramos ser, por norma, medianamente respetuosos.


A mi, toda convicción o creencia de tipo religioso, así como cualquier preferencia de tipo cultural o artístico y, casi todas las simpatías políticas (el “casi” es un límite que se debe poner para aquellos que quisieran que no fuéramos respetuosos con los que no piensan como ellos), me merecen un respeto. Puedo estar más o menos de acuerdo. Puedo simpatizar en mayor o menor medida. Pero, intento, tener el mazo de la crítica siempre presente y, por lo tanto, estoy abierto a escuchar lo que cada cuál quiera decir y, luego, me quedaré con aquello que me parezca adecuado, correcto o valioso. Lo demás, lo desecharé.


Lo que nunca haría sería negarle a nadie la posibilidad de que sea como quiera ser, que haga lo que quiera hacer, que piense como quiera pensar.

En primer lugar, me sería imposible nunca reunir el poder efectivo para impedir esto. Pero, y esto es lo más importante, no comprendo en que iba a mejorar mi vida, tratar de fastidiar la de otra persona, simplemente porque no piense como yo. Eso no me hace daño.


En el caso particular que me ha hecho empezar este artículo, es decir, sobre la homosexualidad, seguro que podría tener una contestación de aquellos que piensan como el susodicho cardenal: la homosexualidad afecta a todos porque pervierte a las juventudes, genera dolor en las personas “que la sufren” y en sus allegados... Es posible que, incluso, se me diga que es bueno hablar de ello y tratar de ponerle freno, para evitar contagios. Por decir, seguro que me podrían decir eso y mucho más. Pero de entre todas las cosas que me podrían decir, seguro que me acabarían diciendo una, que no siendo la más grave, si sería la más paradójica: “para que escribes un artículo como éste, si tú no eres homosexual”. Y entonces, me lo dejarían fácil: “por el mismo motivo por el cuál ustedes hablan de ello sin serlo, para combatir a la enfermedad. Pues de entre todas las enfermedades que tienen que ver con las ideas, el dogmatismo, es la peor de ellas.”

Alex Mesa

20-01-2014

Nota: Está permitido  reproducir parcial o totalmente este artículo siempre y cuando se cite la fuente (la dirección web) y el autor original. Queda prohibida  la venta o utilización de este artículo con fines económicos sin previa consulta al autor.