"Madurez del hombre adulto: significa haber reencontrado la seriedad que de niño tenía al jugar". (Friedrich Nietzsche)

jueves, 16 de mayo de 2013

Esclavos de lo invisible


El humano contemporáneo se caracteriza por un sometimiento a lo invisible. En un sentido literal, además.

En ninguna otra época, ninguna civilización, que se sepa, estuvo tan preocupada por algo que es de difícil control.

Hoy en día, sabemos que existen miles de bacterias y virus que pululan por nuestro ambiente, de las que, en algunos casos, debemos estar prevenidos. Por ello, nos bañamos más a conciencia que nunca, procuramos tener las manos siempre limpias y, cuando nuestros hijos o allegados enferman, vamos deprisa al médico: el hecho de que no podamos ver como actúan según que organismos, sabemos, no quiere decir que no estén actuando.

Hoy en día, todos hemos oído hablar de algo denominado como “mercado” o, más comúnmente, “los mercados”. Sabemos que operan en bolsa, que se encargan de vender y comprar deuda de diferentes países... Pero no sabemos quién hay, con exactitud, detrás. No tenemos personas concretas a las que responsabilizar. Las hay. Pero no las vemos. Son, para nosotros, invisibles. Por ello acuñamos ese término tan abstracto de “mercados”. Y pese a todo, tenemos más miedo que nunca. Pues es precisamente por ello: no los vemos, y ellos lo saben.

Hoy en día, cualquier usuario informático medio, sabe que en muchas ocasiones su información está en riesgo en Internet. Estamos a expensas de que nos saboteen la webcam, que nos roben información bancaria, que violenten nuestra intimidad, que nos suplanten... Tratamos de protegernos y, sabemos, que si somos cautelosos reducimos los riesgos. Pero seguimos teniendo un cierto temor. Sabemos todo lo que nos pueden hacer, pero no sabemos quién. No vendrá nadie a nuestra a casa a buscarnos. No le pondremos rostro a la inquietud. Es, para nosotros, invisible.

Seguro que se nos podrían ocurrir otros ejemplos. La importancia de constatar estos hechos no es meramente anecdótica. No es, simplemente, una particularidad como cualquier otra. Las particularidades definen a las personas, a las épocas, a las culturas. Pero no todas son igual de significativas. Esta particularidad es muy significativa. O cuanto menos, tiene consecuencias importantes.

Cuando pensamos en nuestra preocupación actual por la seguridad, cuando vemos la suerte de teorías de conspiración que existe para casi cualquier cosa... Detrás está esto. El miedo. El miedo a lo desconocido. Sí, es cierto. No es lo desconocido en sentido literal: de todo lo que he dicho tenemos información. Y de todo, en mayor o menor medida, nos podemos prevenir. Sin embargo: sigue sin tener rostro.
                                                 CC; Imagen de dominio público (fuente: www.clker.com)

Los seres humanos hemos evolucionado durante milenios, poco a poco, adaptándonos de la mejor manera posible a nuestro entorno. Pero en nuestro entorno, cualquier enfrentamiento, cualquier rivalidad, cualquier peligro, se nos presentaba visiblemente: un guepardo que acechaba, nuestro vecino que quería usurparnos el hogar...

(Nota: Sí, es cierto. Todo no es invento nuestro. Las bacterias y virus que hoy constatamos que están ahí, ya lo estaban antes. Y algunas de ellas causaban muertes. De hecho, muchas más que ahora dado que no se prevenían de ningún modo. Pero nunca existió la amenaza de estas bacterias, virus u otros micro-organismos. No la hubo, porque nunca se constató su presencia. Esto no significa que ignorar su presencia fuera positivo para la vida humana, al menos, para salvarla. Pero sí que es cierto que consistía en un temor menos. Lo más parecido a la confrontación con lo invisible tiene que ver con el chamanismo, la magia... que se utilizaba para tratar de sanar la enfermedad que se desconocía su origen. Sin embargo, la personificación de las causas malignas, es na manera de poner rostro a nuestro enemigo. Una manera más de comprobar como, siempre, hemos sido incapaces de enfrentarnos a lo invisible, tal cuál.)

Es verdad: tenemos conocimiento. Podemos llegar a conocer hasta la más nimia particularidad que defina a alguno de estos agentes que, he dicho, pueden actuar sobre nosotros. Pero el conocimiento no basta. No podemos luchar contra nuestro deseo de ver y de conocer.

Nuestra vista, es nuestro sentido más desarrollado como especie. Y en su ausencia, tratamos de exprimir los otros 4 sentidos básicos para, de alguna manera,crear una “visión” de las cosas. No es una visión en sentido estricto. Pero ansiamos conocer, antes que el conocimiento. Es decir, ansiamos saber quién nos ataca, antes del qué.

No es casual, por tanto, que las formas que nosotros mismos hemos diseñado con algún tipo de potencial dañino (aunque esta no sea, en principio, su misión principal) busquen eliminar el rostro: porque sabemos de nuestro temor. Por eso existen “mercados”, por eso existen “virus” y “hackers”. Pero no sé si Juan o Ernesto están detrás. Y aunque eso parezca irrelevante, nos acaba angustiando.

De forma que pese a que el progreso que viene asociado a todo esto nos pueda merecer la pena, no cabe duda de que no podremos volver a vivir sin esa serie de temores. Pero tampoco nos preocupemos en exceso, de todas maneras, no hemos conocido otra forma de vivir. Nos la podemos imaginar y nada más. Así que seguro que usted ya está acostumbrado a esta inquietud. Porque nos podemos acostumbrar, ¿Verdad?


Alex Mesa

15-05-2013

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