"Madurez del hombre adulto: significa haber reencontrado la seriedad que de niño tenía al jugar". (Friedrich Nietzsche)

martes, 4 de febrero de 2014

De lobos y corderos

Me gustaría escribir en esta entrada sobre una película, aunque no será esto una crítica de cine. Más bien, quisiera mencionarla por otros motivos que difieren de su calidad cinematográfica.

Me estoy refiriendo al nuevo film de Martin Scorsese: El lobo de Wall Street. Ésta es una película que apunta fuerte en los Óscar de este año 2014 y, debo decir, creo que no es sin motivos.


Scorsese nos vuelve a presentar otra película de gran nivel, muy frenética, visualmente muy bien trabajada, con una actuación de L. Di Caprio muy convincente y, diría yo, bastante brillante. Ciertamente, en líneas generales, es una muy buena película que consigue no hacerse demasiado larga pese a durar 3 horas.
No obstante, ya dije que esto no es una crítica de cine. O, al menos, en un sentido tradicional.

Quisiera en este espacio clarificar otros aspectos que  se refieren a la temática del film.


Ya sabemos que Scorsese no ha tenido nunca problema en estetizar los recovecos oscuros de la sociedad. Así lo atestiguan películas como El cabo del miedo o, aún más, cuando se trata de hablar del crimen organizado y la corrupción, largometrajes como Infiltrados.


Particularmente, un servidor no tiene nada en contra de estos casos. No considero que el cine tenga una función ética o moralista preeminente. Ni creo que deba tenerla: salvo en contadas ocasiones. Además, el festival estético de Scorsese nunca ha sido banal, sino funcional: ha surtido un gran efecto, generando, casi siempre, buenas películas.

No obstante, en lo que se refiere a El lobo de Wall Street, el discurso debe ser algo diferente. Cierto es que el film no hace sino basarse en el libro autobiográfico de Jordan Belfort que lleva el mismo nombre. Pero aún así, se debía una mínima prudencia.


Estetizar a la mafia puede ser más o menos acertado, pero al adentrarse en un mundo bastante hermético, es poco probable conseguir un efecto proselitista en el público (no creo que la gente salga del cine queriendo crear ghettos y grupos de influencia...).

En cambio, el tema de este film es totalmente diferente. Ser broker tampoco está al alcance de todo el mundo, pero el patrón de comportamiento de Jordan Belfort, sí que lo está. De hecho, está tan presente que, hoy en día, ya sabemos que está en el corazón de la crisis económica actual. De hecho, leyendo estos últimos días el libro de Nuccio Ordine sobre La inutilidad de lo inútil, aún me queda más claro.

Las sociedades contemporáneas han arrinconado a todo aquello que no se considera "útil" (el arte, las disciplinas académicas poco "comerciales", etc.). Vivimos muy rápido, queremos resultados ahora, ya, sin esperar. Y, cómo no, el dinero se ha sacralizado.
Claro está: el dinero es necesario. Ganarse la vida, también. La "utilidad" de lo que hacemos no debe ser denostada: pero el ser humano no solo vive para ello. Necesita más: también debe haber lugar para la poesía. Y en El lobo de Wall Street no hay poesía. Ni nada que se le parezca. Es la ambición sin límites. Lo más importante de este film no es que se olvide de las víctimas de Jordan Belfort (que, al fin y al cabo, eran tan codiciosas como él, aunque menos afortunadas). Lo relevante es que estetiza un patrón de comportamiento que en el film solo parece inadecuado por el abuso de drogas y poco más. Un patrón de comportamiento que, recordemos, está en la base de muchos de los problemas actuales a nivel de situación económica e identidad democrática.


Claro está, nadie pide (o por lo menos yo), un mensaje moralista en esta, y repito, gran película. No hay lugar para ello. Y ya está bien. A quién ve el film se le presupone una autonomía como para valorar las cosas tal y como considere, sin paternalismos.
CC; Imagen de dominio público (fuente: www.clker.com


No obstante, el tema no deja de ser muy sensible y, en Estados tan salpicados aún por la crisis como España, aún hay escozor.

"¿Qué se podría haber hecho al respecto?" Se me podría preguntar. Y, ciertamente, no sabría qué decir. No soy cineasta. Aunque, probablemente, podría haberse hecho este mismo film, incluso estetizando los aspectos ya estetizados, de otra manera. De otra manera significaría, al menos, no humillar el estilo de vida contrario a Jordan Belfort. ¿Y esto se podría haber hecho sin diluir la esencia de la película? Al menos, retocando solo dos aspectos que me llamaron mucho la atención, creo que sí.

Aviso de spoilers:

Me centro en dos sucesos del film:

1) Ya casi al final de la película, se puede observar como el agente del FBI responsable de "enchironar" a J. Belfort, viaja en metro con la mirada vacía. No hace falta ser muy avispado para ver que se trata de rememorar una conversación previa: Belfort le dice a dicho agente que, pese a que él puede estar haciendo cosas mal, viaja en helicóptero privado. En cambio, por muy bueno que sea él (el agente del FBI), para volver a casa tendrá que seguir haciéndolo en metro. Es decir, la integridad no está recompensada (cosa que, probablemente, sea cierta). Lo que no es tan cierto es que alguien deba sentirse, necesariamente, mal por viajar en metro, ¿tan humillante es? Lo del helicóptero está muy bien, ¿pero a costa de todo? La vida de Belfort tiene muchos claroscuros, recordemos. Y aunque no los tuviera: ¿qué debemos hacer los millones de ciudadanos que usamos transporte público habitualmente? ¿Nos suicidamos? Creo que la situación del agente tampoco es tan dramática, aunque, ciertamente, sea menos pomposa.

2) Aunque, el momento más brillante, creo que también es el momento más sutil. Cuando la mujer de Belfort decide dejarlo, esté, que no acepta un no por respuesta, pretende llevarse a su hija consigo para, sin duda alguna, provocar daño en su mujer (por cometer ésta lo que él considera una traición). Al hacerlo, se produce un pequeño golpe con el coche. En éste, se aprecia en la imagen como la niña se golpea contra la parte delantera del coche (a la altura de la guantera). En cambio, la secuencia finaliza con nuestro protagonista sangrando (y no pareció haberse golpeado). Quizás es muy sutil, pero creo que esta imagen no es fortuita: el padre sangra por el dolor que le ha provocado a la niña y, por extensión, a su familia. Es la redención. El momento en el cuál entra en paz con los demás por sus excesos. Pero esto no debiera permitírsele: si te quedas con la pompa de lo que haces, al menos debieras asumir sus consecuencias. Sin redención. No se puede denostar el estilo de vida de los demás (más allá del daño directo provocado) y, querer, además, heroificar tú figura. Puede parecer desmesurada esta lectura de todo, pero, ciertamente, encaja bien con el carácter del protagonista. 

 
En definitiva, El lobo de Wall Street es una muy buena película pero que contiene algo diferente a una suspensión moral (cosa aceptable y, muchas veces, deseable): una apología de una moral muy determinada, la del Dios del dinero y la codicia. Y esto es, a la postre, tan peligroso como cualesquiera otro de los integrismos morales que podamos pensar.

Alex Mesa

10-02-2014

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