Hoy
mismo, se han dado a conocer las declaraciones de un cardenal español
que, preguntado por la cuestión, ha definido a la homosexualidad
como una enfermedad. El motivo alegado: imposibilita la reproducción.
No
quisiera entrar “al trapo” reduciendo este post a algo obvio pero
que, no obstante, se hace irresistible mencionar: por esta regla de
tres, este señor, como sus compañeros, es un enfermo por el simple
hecho de que, supuestamente, sigue el celibato.
Pero
tranquilos: no, el celibato no es una enfermedad. Pero la
homosexualidad, tampoco. Y no me voy a estirar más al respecto.
Intentar demostrar una cosa o la contraria en dicho tema, ya revela
algo: es un tema que preocupa. Y no debería preocupar. Sólo un
apunte: ¿Qué clase de virus, bacteria, desorden emocional, etc.
causa la homosexualidad ? Y, sobretodo, ¿Qué clase de consecuencias
perniciosas tiene para la salud o integridad de las personas
homosexuales (o para las de las personas que se relacionan con ellas)
, su misma condición sexual?
Como
estaba queriendo decir: el problema de esto, es que esto sea un
problema. Pero, se ve, que para algunos, lo es. Como otras tantas
cosas, que no debieran serlo.
Si
el deber tuviera lugar: debiéramos ser, por norma, medianamente
respetuosos.
A
mi, toda convicción o creencia de tipo religioso, así como
cualquier preferencia de tipo cultural o artístico y, casi todas las
simpatías políticas (el “casi” es un límite que se debe poner
para aquellos que quisieran que no fuéramos respetuosos con los que
no piensan como ellos), me merecen un respeto. Puedo estar más o
menos de acuerdo. Puedo simpatizar en mayor o menor medida. Pero,
intento, tener el mazo de la crítica siempre presente y, por lo
tanto, estoy abierto a escuchar lo que cada cuál quiera decir y,
luego, me quedaré con aquello que me parezca adecuado, correcto o
valioso. Lo demás, lo desecharé.
Lo
que nunca haría sería negarle a nadie la posibilidad de que sea
como quiera ser, que haga lo que quiera hacer, que piense como quiera
pensar.
En
primer lugar, me sería imposible nunca reunir el poder efectivo para
impedir esto. Pero, y esto es lo más importante, no comprendo en que
iba a mejorar mi vida, tratar de fastidiar la de otra persona,
simplemente porque no piense como yo. Eso no me hace daño.
En
el caso particular que me ha hecho empezar este artículo, es decir,
sobre la homosexualidad, seguro que podría tener una contestación
de aquellos que piensan como el susodicho cardenal: la homosexualidad
afecta a todos porque pervierte a las juventudes, genera dolor en las
personas “que la sufren” y en sus allegados... Es posible que,
incluso, se me diga que es bueno hablar de ello y tratar de ponerle
freno, para evitar contagios. Por decir, seguro que me podrían decir
eso y mucho más. Pero de entre todas las cosas que me podrían
decir, seguro que me acabarían diciendo una, que no siendo la más
grave, si sería la más paradójica: “para que escribes un
artículo como éste, si tú no eres homosexual”. Y entonces, me lo
dejarían fácil: “por el mismo motivo por el cuál ustedes hablan
de ello sin serlo, para combatir a la enfermedad. Pues de entre todas
las enfermedades que tienen que ver con las ideas, el dogmatismo, es
la peor de ellas.”
Alex
Mesa
20-01-2014
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