Cada
cuál tiende a vivir su vida, como es lógico, como propia. Lo es,
sin duda, en muchos sentidos. El logro intelectual por excelencia de
la humanidad, es decir, alcanzar la autoconciencia, lleva a que se
comprenda que nuestra vida nos pertenece. Lleva a distinguirnos de
los demás, a saber donde acabamos nosotros como entidad individual
corpórea y mental. Es decir, saber distinguir entre un yo y
los demás.
Cuando
uno está sano y sin ningún tipo de patología o deficiencia de
ningún tipo, aún este sentimiento es más fuerte, comprensible y
fácil de comprobar. Uno puede levantar cualesquiera de sus manos a
su antojo, puede decidir cuando hablar o cuando permanecer callado,
puede sentir su propia respiración si se detiene a escucharla, etc.
Sin
duda alguna, los seres humanos somos constituidos como seres
individuales y fácilmente limitables (al menos en el aspecto
físico).
Sin
embargo, ¿alguna vez se han parado a pensar, quiénes serían
ustedes, sin el resto de seres humanos?
Por
supuesto, no pretendo referirme a la obviedad que supone decir que
para haber nacido, debe uno haber sido engendrado por otros seres
humanos (con el material genético de ellos, al menos).
Pretendo
referirme a qué sería de ustedes, de mi, de todos, si, por poner,
esta vez sí, un ejemplo típico, nos quedáramos solos en la Tierra.
No
puedo vacilar acerca de la capacidad de cada uno. Seguro que muchos
de ustedes son buenos en muchas cosas y, quizás, muchos crean que
son especiales en lo que hacen. Y, probablemente, esto sea así.
Algunos serán unos excelentes profesionales del sector de la
construcción o de la locomoción, a la vez que, quizás, sean buenos
amantes y padres. Otros serán virtuosos de la canción, buenos
actores, deportistas consumados o, como en mi caso, les guste
escribir sobre aquello que piensan. La mayoría se resistirá, con
gran razón, a pensar que son un número más en un gigantesco
engranaje. Cada uno, a su manera, aporta un factor diferencial. Y es
bueno que esto sea así: hay sitio y debe haberlo, para la
personalidad.
No
obstante, repito, ¿alguna vez se han parado a pensar, quiénes
serian ustedes, sin el resto de seres humanos?
CC; Imagen de dominio público (fuente: www.clker.com) |
Ejemplificando
mi caso, me resultará más fácil explicarme. Yo soy una persona que,
con mayor o menor acierto, trato de escribir (de una manera original,
a poder ser). Soy doctorando de mi universidad y aspiro a poder vivir
de mis esfuerzos intelectuales. Con algo de suerte y valía, es
probable que este punto llegue a cumplirse algún día (aunque tal y
como están las cosas... eso daría para otro artículo).
Sin
embargo, al igual que todos ustedes, yo nunca seré una persona
independiente de una forma plena. Es más, en realidad, nunca podré
ser independiente en casi nada.
Me
explico. Yo no soy la persona que produzco la mayor parte mi
alimentación. Ni mi ropa. Ni la energía que consumo en casa. Ni
tampoco soy quién se fabrica sus antibióticos, si alguna vez los
necesito.
Aunque
yo pueda llegar a poseer un sueldo con el que costear económicamente
todo esto y, así, poder conseguirlo, nunca podré decir que lo he
conseguido de una manera independiente.
No
voy a entrar a valorar si el precio que pagaré por todo esto es
justo o no. Ese no es el tema. El tema es que, para que yo pueda
ocupar la mayor parte de mi tiempo en hacer aquello que se me da
bien, otros tienen que dedicar su tiempo en aquello que a mi, de
mientras, me hará falta.
Solo me he remitido a algunas de las cuestiones más básicas, aunque, en
verdad, así es con todo. Lo es, cuando voy al cine o al teatro a
entretenerme o culturizarme. Lo es, cuando he asistido a cursos para
formarme. Lo es, cuando leo libros que me resultan interesantes. Y,
espero, que lo sea cuando a alguien le sirvan mis esfuerzos y trabajo
para seguir adelante.
El
grado de utilidad directa de lo que hace cada ser humano, es muy
variable. Entre otras cosas, porque no todo el mundo lee, pero sí
que todo el mundo necesita comer. Pero lo que está claro es que,
ningún ser humano, por rico o inteligente que pudiera ser, podría
hacer prácticamente nada, sin que existiera otro ser humano. Y
reitero, que se pague un precio monetario por todo lo que he dicho,
no elimina el hecho de que ha mediado otra persona. Y de que es
necesario que esa persona exista.
Si
no me creen o no me acaban de comprender , simplemente piensen en que
cosas podrían hacer ustedes en una isla desierta (totalmente
desierta). O mejor aún, piensen que harían personas como Amancio
Ortega, Bill Gates o Emilio Botín. Por mucho dinero que tuvieran, no
conseguirían apenas garantizar su subsistencia. Se pasarían la
mayor parte de su tiempo tratando de alimentarse y, probablemente, no
les sobraría tiempo para mucho más.
Y
si le buscan una utilidad o sentido a esta reflexión, creo que puedo
dárselo. Aunque en su día a día se sientan muy especiales con lo
que hacen y, si es el caso, satisfechos porque creen que pueden tener
todo a su disposición, piensen que nadie, absolutamente nadie, es
totalmente independiente.
Quizás,
de esta forma, algún día se podrá recapacitar y pensar que,
efectivamente, no se puede apretar las tuercas de algunos hasta el
punto de la cuasi-aniquilación.
Porque
todos, en mayor o menor medida, hacemos falta. Porque todos formamos
parte de una gran comunidad, aunque el dinero, nuestra
autoconciencia, u otros factores, nos hayan hecho perder la
percepción sobre su existencia.
Alex
Mesa
17-12-2013
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